miércoles, 21 de noviembre de 2012

"Papá, Mamá: consumo"

Si una cosa es cierta, es que el hecho de abordar el problema de las drogas en un hijo es muy difícil, ya que ellos van a negar por todos los medios su adicción. No tienen dificultad en mentir, es más, esta actitud forma parte de esa mentalidad creada como consecuencia de la drogodependencia. Por lo tanto, ¿qué hacer en una situación como esta?

Ante todo, y como aspecto importante, el clima familiar ha de ser lo más sereno posible, evitando así comportamientos hostiles por parte de los padres. No es conveniente recriminar, acusar, quejarse y criticar, ya que, probablemente, se produzca una hostilidad recíproca. Es importante que los padres mantengan conversaciones de manera seria con el hijo, ofreciéndole así confianza y no miedo. Comprender a la persona que tiene en el problema es realmente importante, aunque no se comparta el hecho de que consuma drogas.

Por otro lado, es esencial que el hijo sea consciente de la gravedad que su problema conlleva tanto para él como para los que le rodean y, sobretodo, debe saber las consecuencias que le pueden surgir en el futuro si sigue adoptando esa actitud.

Por último, y personalmente, creo que en cuanto a los padres de hijos drogadictos, uno de los objetivos primordiales es hacerle ver al hijo que el problema es suyo. Los padres deben de ser quienes faciliten los medios necesarios para que la rehabilitación sea adecuada, ayudándolo y apoyándolo, pero, sobretodo, tener en cuenta de que quien debe tomar la decisión de abandonar la droga es el propio consumidor.

"Depende de la cantidad que tomes"

El principal problema de las drogas es la capacidad de crear dependencia, concretamente, emocional y psicológica. Es así como podemos afirmar que gran parte de las consecuencias relacionadas con la drogadicción comportan graves daños psíquicos y físicos. 

Por otro lado, y tal y como comentaba en la anterior entrada, la droga produce en la persona una pérdida de autocontrol, lo cual conlleva a que ésta se vuelva apática, decidiendo romper con vínculos considerados en su momento como importantes, y con pocas aspiraciones en la vida.

Ante esto, ¿qué hacer? Personalmente, pienso y defiendo la información previa a las personas, desde campañas de prevención que hagan ver y den a entender, mediante testigos directos, es decir, personas que han pasado por este tipo de situaciones, el daño que el consumo de ciertas sustancias produce en la persona. Y ya no sólo es daño a uno mismo, sino al entorno más próximo, que en la mayoría de los casos es lo último que se tiene en cuenta. 

"Todos lo hacen, yo también", "quiero encajar", “es divertido”...

Actualmente, son muchos los jóvenes que recurren a las drogas como modo para enfrentar la vida. Creen que de esta manera todo es más ameno y les permite disfrutar en mayor cantidad, dejando de lado el las limitaciones que esto provoca en cuanto al desarrollo de sus capacidades y recursos. Se vuelven personas que no controlan, ciegas ante los riesgos que dicho consumo puede provocar y, sobretodo, ignorantes ante las consecuencias de sus actos.

Es por ello que he decidido encabezar esta primera entrada con algunas de las afirmaciones que, con bastante frecuencia, tienden a expresar los jóvenes a la hora de justificar por qué motivo empezaron a consumir. Para ello, estaría bien hacer un pequeño parón para ver este vídeo y así entender mejor lo que comentaré a continuación. 


Existen diversos factores de riesgo los cuales podrían conducir a los jóvenes al consumo de drogas. Por ejemplo, la falta de autonomía, la escasa capacidad de crítica frente a las presiones del grupo de amigos, la falta de autocontrol, baja autoestima, etc.

Por otro lado, el ambiente que rodea a cada uno también influye. Facilitan el consumo aquellos ambientes en que este tipo de sustancias gozan de prestigio social, es decir, hacen a la persona “ser popular” y no sentirse excluida. Además, consideran que éstas están asociadas al ocio y a la diversión en sí, ya que son la moda, con la cual cosa si no consumes “eres raro”.   

Desde mi punto de vista, considero que cada persona es un mundo, y que, dentro de esto, cada uno debe de ser juez de su propia conducta y tener personalidad propia para ser capaz de ver si aquello que le rodea es verdaderamente lo que le conviene.